Todos sobre Zanzíbar: Falta psicodelia de los sesenta en tu vida lectora

Si no sabes qué leer y tienes un bloqueo, es porque falta ci-fi de los sesenta en tu vida.

Yo no digo que la ciencia ficción de ahora no esté bien, solo digo que siento una ternura especial por la imaginación desbordada de los autores drogados de otros tiempos. Que sí, que John Scalzi es divertido, pero no creo que eche la vista atrás en el 2050 (si estoy viva) y me diga «madre mía, qué se fumaba John Scalzi y dónde puedo conseguirlo». Incluso genialidades de la ci-fi más weird y asquerosamente orgánica como Las estrellas son legión de Kameron Hurley tienen cierto cinismo, una dureza de nuestro tiempo que, sencillamente, los imaginadores del pasado trataban de un modo muy distinto.

Un libro… ¿difícil?

¿No sabes qué leer? Coge Todos sobre Zanzíbar, de John Brunner. Creo que está descatalogado, pero igual lo encuentras de segunda mano. Probablemente en las primeras cincuenta páginas pienses «¿qué c**o?» y, seamos sinceros, ni tú ni yo tenemos paciencia normalmente para cincuenta páginas de desconcierto.

(Y eso que yo lo estoy leyendo en inglés. Me imagino al pobre traductor o traductora que se tuvo que enfrentar a eso para convertirlo a nuestro idioma y siento una empatía terrible. Ni siquiera garantizo que con una traducción pueda tener algún sentido).

Pero, a diferencia de tantos otros libros inaccesibles que he abandonado, el lenguaje propio de Brunner promete. Te promete que al final acabarás entrando y si no lo haces, te lo vas a pasar bien de todos modos. Como con Burgess en La naranja mecánica, sabes que esto va a merecer la pena.

Regreso al futuro

Brunner revienta de ideas. Tiene OpinionesTM y quiere compartirlas. Crea contextos complejos donde sus teorías y conocimiento se salen por las costuras, pero al mismo tiempo forman un worldbuilding orgánico, compacto. Puedes estar de acuerdo con las OpinionesTM de Brunner o no (al fin y al cabo, él escribe sobre el futuro y nosotros estamos viviendo ese tiempo sobre el que él teorizaba, y en muchas cosas sabemos que se equivocaba, lo que nos hace sentirnos más inteligentes y sensatos que él), pero no te dejará (¡oh no, esa frase otra vez no!) indiferente.

Brunner predice de una forma que me resulta divertida. Desde el año 1968 en que publica la novela, sabe que en el futuro tendremos acceso a una gran cantidad de información. En sus teléfonos puedes pulsar y acceder a grandes enciclopedias (aunque no parecen saltarte pop-ups pidiendo donaciones, ni hay peleas entre editores, ni profesores que te regañan por usar esas enciclopedias como única fuente en tus proyectos del cole), pero para investigar cosas tienes que ir físicamente a una biblioteca. Las mujeres visten de manera disco-futurista, pero el buzón físico de tu casa sigue llenándose del papel de la publicidad no deseada. Son estas contradicciones las que me hacen disfrutar el futurismo de otros tiempos, pese a algunas cuestiones que nos resultan anticuadas e incluso incómodas (sí, hablo de racismo y sexismo), y que llegan a limitar la exacerbada imaginación de muchos de estos autores.

Podríamos debatir también las teorías de Brunner sobre las consecuencias de la superpoblación. En mucho acierta, aunque no termina de dar en la diana de la realidad actual de naciones del «primer mundo», con una población vieja y escaso interés en producir muchos niños. En el mundo de Brunner, el horror se acerca más a la solución china: la cantidad de hijos que tienes está regulada por el estado y, en el caso específico de Todos sobre Zanzíbar, está estrechamente unido a la eugenesia.

Qué hacer cuando ya no queda sitio

Pero su mirada sociológica (y antropológica) sobre las consecuencias de una falta de espacio es fascinante. El ser humano, de naturaleza territorial como tantos otros animales, compensa su falta de privacidad y conexión a su propia individualidad con un consumismo exacerbado (¿Un mundo feliz, anyone?) y una abundancia de neurosis y problemas mentales. Brunner habla de males que ve como futuros, y la ansiedad rampante en su sociedad uniforme, esa que lleva a unos cuantos a agarrar un hacha y salir de casa a asesinar al primero que pille, no es extraña para cualquiera que siga las noticias y se ponga a contar asesinatos masivos en colegios de EEUU (por poner un ejemplo tonto que me podéis discutir con toda la razón del mundo).

Todos sobre Zanzíbar: Creatividad a raudales

No creáis que me he terminado aún este libro, así que, por favor, no spoilers. Llevo unas ochenta páginas leídas y varias páginas escritas en el cuaderno, llenas de notas. Algunas ideas de Brunner dignas de mención:

– Debido a la falta de espacio habitable, conseguir vivienda en el mundo de Brunner es complicado. Así, aparece la figura de la shiggy (si alguien sabe cómo han traducido esto, que me lo diga): un circuito de mujeres intercambiables que viven de casa en casa del tipo al que se están tirando. Una especie de vagabundas/prostitutas a las que se les paga con un techo (transitorio) sobre sus cabezas. Parece que la visión de Brunner es que en una sociedad donde es difícil tener hijos, todos los habitantes están atrapados en una adolescencia extendida, donde fornicar y drogarse son prioritarios (ese lustprinzip que menciona). Parece haber cierta actitud de Brunner en la que una vez la mujer ha perdido su capacidad como madre, se ve reducida a objeto sexual.

Surgen valores progresistas por razones muy distintas a las actuales. Por ejemplo: Brunner se adelanta a la tolerancia hacia lo queer de años posteriores, pero explica esta apertura mental de otro modo: la homosexualidad es aceptable (un mal soportable) porque implica no tener niños en un mundo superpoblado.

-Brunner da un montón de detalles jugando a las adivinanzas. Por ejemplo, da por supuesto en su novela que para el año 89 se habrán extinguido las ballenas. Y no, seguimos teniendo ballenas, aunque tampoco sabemos por cuánto tiempo. Esto de leer obras especulativas que acaban siendo adelantadas por el tiempo (a lo 1984) siempre es curioso.

Una explosión imaginativa

Toda la imaginería, la creación de contexto mediante extractos de publicidad, la inmersión en el circo mediático de su lenguaje… me llenan de la misma admiración que pueden otorgar las obras más experimentales de Angela Carter, de Dick, de Ballard, de Vonnegut o de Ian Watson. A lo mejor es nostalgia, lo admito: cuando yo empecé a leer ci-fi, no había tanto disponible, no podías pinchar en un botón en tu pantalla táctil y comprar ocho libros en Amazon. Al igual que devoraba a gente más de la época, como Neal Stephenson, Dan Simmons y compañía (o Fernández Madrigal, Cofiño o el propio Cotrina, todo sea dicho), todos nos comíamos a Dick1 (ja, ja, ja), a Leguin, a Lem y a Sturgeon, por mencionar a algunos de los que mejor han resistido el paso del tiempo.

El otro día hicimos una encuesta en el boletín de Lo Extraño y lo Maravilloso (al que tú también puedes apuntarte si quieres una dosis mensual de nuestra locura literaria) y un montón de suscriptores comentaban que lo que ellos más querían eran reseñas y recomendaciones que los sacaran de ese mundo de parálisis por análisis que nos aturde ante tanta oferta de libros. ¿Cuáles son buenos, os preguntaréis? ¿Qué libro merece mi tiempo y, sobre todo, mi atención?

Yo no sé si este libro de Brunner es bueno (después de todo, solo llevo ochenta páginas), pero sí creo que a todos nos hace falta más despropósito sesentero en nuestras vidas.


1Y hablando de Dick… Laberinto de muerte lo escribió en el 68, el año en que salió Todos sobre Zanzíbar. ¿Os podéis creer que El hombre en el castillo es del 61? Hay una referencia al I Ching en la obra de Brunner y me pregunto si puede haber una influencia directa entre ambos autores.

4 comentarios de “Todos sobre Zanzíbar: Falta psicodelia de los sesenta en tu vida lectora

  1. Javi dice:

    En el mundo de ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’ hay una especie de subcultura de lectores que leen novelas de ci-fi de los 70 y 80 para fliparse viendo en qué acertaron y en qué no… y me parece flipante que hemos llegado ya a ese punto como se ve en tu post.

    Me suena todo muy interesante, me apunto el libro.

  2. Librero de Urgencia dice:

    Uy, saber qué libro merece nuestro tiempo es algo tan personal… ahora mismo, tú estás necesitando sabores raros, libros alucinados. Y otro anda con la nariz hundida en novelas densas y filosóficas, o en historias personales, en libros de viajes, en…

    Al final, no sé si existen las recomendaciones de libros. Casi creo que lo que en verdad existen son ventanas al espíritu de cada uno de nosotros, que invitar a leer un libro es como decir «mira, yo he disfrutado esto como un marrano, porque es lo que mi corazón disfruta. Prueba, a lo mejor a ti también». Y uno va y prueba, hasta que acierta, como Cenicienta en la zapatería, probándoselo todo hasta encontrar el libro que le queda bien.

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