¿Qué tiene un buen relato para que tú (sí, tú) quieras leerlo?
Ya nos han contado muchas veces cómo escribir un buen relato. Propongo hoy hacer más caso de un factor determinante: qué tipo de persona lo lee.
Dos tipos de lectores
Como ocurre con los libros, nuestros gustos cambian con el tiempo. Esto se debe no solo a nuestro crecimiento personal, sino a nuestro bagaje lector. Cuanto más lees, más evolucionan tus gustos, sobre todo si tu experiencia de lectura es variada: te acabas cansando de aquello que ves siempre. Puede ocurrir que tu gusto se vuelva cada vez menos común, cada vez más sofisticado.
Pero también puede ocurrir que te reafirmes en tus gustos, que busques ese burbujeo placentero de reconocer patrones. Por poner un ejemplo claro: hay gente que lee un libro de romántica al día1. Busca una experiencia muy concreta. Esa gente posiblemente no disfrute de un libro de romántica que salga de las expectativas establecidas para dicho género: por lo general, no es buena idea dar a un superfan de romántica un final triste.
¿Dos tipos de relatos?
Con los relatos puede ocurrir algo parecido. Al principio buscamos el placer de la estructura más clásica, esos tres actos aristotélicos que conforman una exposición (aquí tienes al personaje y su situación), nudo (al personaje le pasan cosas) y desenlace (se resuelven esas cosas). Generalmente disfrutamos de desenlaces satisfactorios, que aten la trama. Descubrimos el maravilloso mundo de los finales con giro inesperado. No hay nada mejor que eso, ¿verdad?
Pero incluso los finales con giros inesperados se pueden volver cansinos. Regresamos al tema de los dos tipos de lectores:
- aquellos cuyos cerebros encuentran placer en el patrón reconocible y
- aquellos cuyos cerebros necesitan más novedad.
Creo que esto se ve en otros ámbitos también: llamamos «comercial» a cierto tipo de música popular, predecible. Lo decimos a veces con desdén, pero tal vez ese desdén venga de que el segundo grupo no entiende al primero, porque su mente funciona de otra forma. El segundo grupo necesita algo diferente, algo nuevo (aunque no tiene necesariamente que alejarse muchísimo de lo que ya conoce). El estímulo no llega para este grupo con el reconocimiento y la anticipación del patrón, llega con el placer de lo inesperado dentro de un marco más o menos reconocible.
Ese segundo grupo disfrutará, probablemente, con un estilo de música más alternativo. Y una vez tiene cierto bagaje lector, disfrutará de relatos un poco más complejos, llenos de detalles jugosos, de niveles variados de sentido y de finales de esos complicados, que te dejan dándoles vueltas unos cuantos días.
¿De qué grupo eres tú?
Por supuesto, estos dos grupos no son fijos, sino dinámicos. Muchos lectores existen en un punto intermedio entre los dos arquetipos (e incluso pueden pasar de un conjunto a otro en diferentes periodos de su vida), pero hablar de los extremos siempre ayuda un poco a entender nuestra propia ubicación en una escala.
¿Puede una obra gustar a TODOS los lectores? Por supuesto que no: la existencia de esta clasificación lectora lo demostraría. No podemos complacer a todo el mundo, y menos si proponemos lecturas que exigen de una inversión de tiempo y esfuerzo, como es el caso de una novela.
Pero ¿y si probamos con algo más corto, como un cuento? Creo que hay relatos que satisfacen a ambos grupos (y a todos los lectores intermedios), y que además sirven como introducción al género fantástico y al mundo de la literatura extraña y maravillosa.
Aquí va mi propuesta. Estos cinco relatos están entre mis cuentos favoritos de género fantástico y tal vez los conozcas tú también:
Cinco relatos fantásticos para (casi) todos los gustos
Casa tomada, de Julio Cortázar
Dos personas viven en una casa. Empiezan a oír ruidos en una habitación de la casa: ¿la están habitando otras personas? Cortázar gusta a la primera lectura, a la segunda y a la décima. Y Casa tomada es un buen ejemplo: puedes leerlo una vez y quedarte con una historia de apariencia fantástica o incluso terrorífica, o puedes dar unas vueltas más y empezar a meter los pies en todas sus posibilidades psicológicas, políticas y sociales.
La segunda variedad, de Philip K. Dick
Tras una guerra nuclear entre las Naciones Unidas y los soviéticos, los robots desarrollados como armas empiezan a actuar por sí mismos… con nefastas consecuencias. Es imposible elegir un solo relato de Dick, y aunque este no es mi favorito favorito (el mío es La fe de nuestros padres), creo que tiene las propiedades necesarias para satisfacer a muchos lectores: ciencia ficción sorprendente y llena de acción. Si te gusta el tono y la sensación que te deja al final, prueba también con Podemos recordarlo todo por usted al por mayor o El informe de la minoría. Ambos fueron adaptados a películas (Desafío total, Minority Report), aunque estas no son muy fieles a los cuentos originales.
La historia de tu vida, de Ted Chiang
Llegan unos extraterrestres muy raros a la tierra y queda en manos de una lingüista intentar entenderse con ellos. Muchos lo conoceréis por su adaptación al cine (La llegada), pero antes de que Villeneuve hiciese su magia, muchos ya teníamos este relato en nuestro corazón como el tesoro que es. ¿Posiblemente la única vez que he llorado con un cuento? Posiblemente. Si lo lees y te gusta, te recomiendo muy encarecidamente que leas Matadero cinco de Vonnegut, que toca algunos temas similares.
La novia del tigre, de Angela Carter
Tras una mala partida de cartas, una joven es entregada por su padre a un caballero un tanto… bestial. Aparte de lo que te parezca la historia en sí, creo que es difícil que su lenguaje y poder evocador no te seduzcan. Carter trató el tema de la Bella y la Bestia en varios relatos, pero creo que es en este donde se supera. No suelo ser muy fan de los retellings de cuentos de hadas, pero con Carter adquieren dimensión propia.
El carrito, de Mariana Enríquez
Un barrio de bien se porta no-tan-bien y las cosas empiezan a ponerse… feas. De nuevo, no es mi favorito de Mariana (ese sería Tela de araña), pero creo que es uno de los más satisfactorios. No soy la primera en decir esto, pero la capacidad de Enríquez para meter el desasosiego en sus relatos es muy estupenda.
Dadme más
Por mucho que analice todo esto y aporte mis cinco relatos (a mi juicio muy excelentes), mis recomendaciones no dejan de ser totalmente subjetivas. ¿Podríais mejorarlas? Espero vuestras propias sugerencias de relatos fantásticos en los comentarios, redes sociales, palomas mensajeras, etc.
(Por señales de humo, no, por favor, que aún me estoy sacando el cursillo).
1Creo que es evidente que no menciono la romántica aquí de manera despectiva, ni pretendo generalizar; simplemente es un ejemplo interesante por su alta demanda. Hay lectores de romántica que no encajan en este patrón y hay obras de romántica que no responden a los clichés ni a las expectativas clásicas. Y, por supuesto, dentro de la romántica hay muchísimos subgéneros y subtipos, cada uno con sus propias características.
Apuntes
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Créditos: Foto de Birmingham Museums Trust en Unsplash, foto de Blake Guidry en Unsplash, foto de R+R Medicinals en Unsplash.
A mi me gustan mucho los que has puesto, sobre todo La Casa Tomada, pero un relato que a mi personalmente me impresionó mucho fue La Lotería de Shirley Jackson, me dejó K.O. Lo que no se es si entrará dentro de la categoría de fantástico. Un saludito, no vemos en el mundo de los sueños fantásticos.
¿Te puedes creer que aún no he leído ese relato de la Jackson? Me encanta como novelista, pero ahí la tengo pendiente.
¿El cohete, de Bradbury? Digo, no deja de ser una historia de amor familiar en el contexto de los viajes espaciales… Pues tiene para todos los gustos, y a mí me ayudó a entender que el tema casi que da lo mismo, siempre que tengan humanidad.
Eso, y si La historia de tu vida es para lectores de Matadero 5 y de Vonnegut, voy corriendo!
«me ayudó a entender que el tema casi que da lo mismo, siempre que tengan humanidad». ¡Muy de acuerdo! También creo que si tiene elementos fantásticos eso le da un extra: permite explorar todo tipo de cosas sin las «restricciones» de la realidad.
Eso ya es porque tú eres un poco rara, también, jaja!