Nunca me ha dado confianza ese supuesto fenómeno de ventas que es el «boca a boca». Normalmente es un truco editorial, una forma de vestir de calidad e integridad artística a un producto en el que se han invertido muchos miles de euros promocionales.
Dicho esto, creo que Mariana Enríquez es uno de esos fenómenos, no solo en Nuestra parte de noche, sino en todo lo que sale de su cabeza y se comparte con el mundo.
A lo mejor no lo es a gran escala (no me la imagino aún comprándose una McMansión en Los Ángeles mientras llena dos de sus seis piscinas de billetes; las otras llevarían, por supuesto, champán bendecido por algún santo local), pero no se puede negar el poder de la recomendación. Enríquez habrá tenido sus editores, agentes, contactos y promotores, pero yo misma lo digo, una y otra vez, cuando alguien me cuenta que tiene un bloqueo lector o no sabe qué leer a continuación o cree que la fantasía es algo ligero para niños: «¿Has leído a Mariana Enríquez?».
Prosa, terror, imaginación
Enríquez tiene todo lo que me gusta en el mismo sitio. Magia inquietante, de esa por la que hay que pagar precios repulsivos. Ambientación tétrica, de la que da escalofríos y no te deja dormir del todo bien por la noche. Un amor desmedido por la casquería como símbolo, el body horror como un lapicero más (y queda mucho mejor en este artículo sobre un libro de Mariana decir lapicero en vez de lápiz o bolígrafo, desde luego). Asoman las naricillas Barker y Cronenberg, y unas pinceladas de la ira soterrada de Shirley Jackson.
Luego están la elegancia y candidez lírica de la prosa. Las comparaciones con Cortázar me resultan inevitables, pero es Cortázar actualizado. Tiene la fantasía, tiene la imaginación que se entremezcla con inspiraciones reales, aparecen figuras culturales que amo. En Nuestra parte de noche, David Bowie hace un cameo. Mariana se refiere, una y otra vez, a la mano izquierda de la Oscuridad.
Me gusta su sentido del humor, casi imperceptible, pero presente en lo ridículos que pueden ser sus personajes, en su capacidad para la esperanza frente a la destrucción y el caos, en los comentarios que hacen para intentar describir lo terrible. Es Angela Carter en otro idioma, aunque con menos florituras y con muchos préstamos de la lengua de Carter, con ese Spanglish ocasional de personajes llegados de la vieja Europa, conquistadores sin escrúpulos que aterrizan para alimentarse de la abundancia local, pero también para impregnarla de su poesía, sus canciones, sus influencias. Enríquez va al grano, recorta las palabras que no aportan nada, mantiene los pies en la tierra y esa es otra cosa que convierte este libro en un pastel de capas, de esos que gusta ir comiendo nivel a nivel.
Las capas más profundas hablan de las necesidades humanas más básicas: del deseo de poder y control, pero también del lazo poderosísimo entre padres e hijos. Las intermedias gritan sobre crueldad, sadismo, autoridad y traición. Pero también me seducen las externas: esa manera que tiene la autora de colocarte en cada época mediante referencias al arte, al diseño, a la música y a la literatura.
Mujeres terroríficas
Me gusta encontrarme con los vocablos locales que desconozco, buscarlos en el diccionario. A veces paso hambre cuando Nuestra parte de noche habla de comida argentina y paraguaya, y la encuentro en fotos de internet. Sobre todo, Mariana me da esperanza. No puedo contar las veces en las que mis textos se han encontrado con la misma reacción: «Es raro». Habría preferido consejos técnicos, que arreglasen mis estructuras o mi melodrama de principiante. Una vez me dijeron que mejoraría mucho si fuera menos violenta, si no estuviera tan enfadada. Mis compañeros masculinos (mucho más violentos y mucho más raros que yo), no parecían tener el mismo problema.
Tenemos muy interiorizado aún lo de que los hombres escriben cosas serias y las mujeres escriben cosas ligeras, pero por suerte esto está cambiando a gran velocidad. Cuando encuentras textos como los de Mariana sabes que la puerta se está abriendo, que cada vez hay más espacio para lo raro, para lo que no es masculino ni femenino, solo hermoso y espeluznante.
El tormento de Nuestra parte de noche
En Nuestra parte de noche, jugamos a componer un puzle. No solo desvelamos poco a poco la trama central, también los motivos de los personajes (y un personaje bien construido es el mejor misterio de todos). Enríquez salta de una perspectiva a otra, creando voces únicas que nos proporcionan piezas diminutas del puzle, medio escondidas en una avalancha de ambientación, pistas falsas y salpicaduras de sangre.
La sangre está por todas partes: en los rituales que son ya cotidianos para personajes criados en un mundo que convive con el nuestro, pero que es muy diferente, marcado de ambición, poder, dolor y miedo. Está en cada color rojizo, cinabrio, oxidado que pinta la autora; en los lazos que unen a aquellos que se quieren y odian, familiares y amigos. La muerte y la violencia son una parte indisociable de la historia, tanto que se confunden con el amor, con la vida y la creación; y también están ahí fuera, en ese mundo representado por Mariana repleto de vegetación, de fauna salvaje y arquitectura que se derrumba junto a los horrores innombrables de la dictadura y la represión.
Naturaleza y civilización comparten brutalidad: como en las mejores novelas de terror, la maldad de los monstruos sobrenaturales está a la par con la maldad política, la maldad de seres humanos dispuestos a todo para alcanzar y conservar su parcelita miserable de poder.
Repetid conmigo: «Ay, la familia»
Mariana desvela algo que siempre me había intrigado. En las novelas e historias de brujas, de magia negra, de hermandades ocultas, los autores se suelen centrar en los procesos y sus resultados: en el rito, en las víctimas, en los efectos del poder adquirido. Pero yo siempre me preguntaba qué había detrás.
¿Qué día a día puede tener alguien que de forma periódica baila a la luz de la luna para invocar al diablo? ¿Cómo es el hogar de alguien que mutila niños para obtener la bendición de un dios oscuro? ¿Y qué ocurre con aquellos que, pese al condicionamiento, buscan huir? ¿Es posible crear afecto y fidelidad reales entre personas que han sufrido traumas indescriptibles? Todas esas preguntas obtienen aquí su respuesta, porque este puzle va desvelando una historia complejísima de entrega y sacrificio, de amor. Y como dice uno de los personajes de la novela:
Yo, en cambio, tuve tan poco amor que me parece un joya delicada y tengo terror de perderla.
Un ritmo desigual
Tal vez mi único problema con Nuestra parte de noche sea cómo el acto final llega con contundencia, a un ritmo mucho más acelerado. Supongo que es inevitable: siempre vamos más rápido cuando tenemos ya casi todas las piezas del rompecabezas. Algunas acciones de personajes antaño inteligentes parecen demasiado confiadas, tal vez bobas. El problema no es grande, sin embargo, porque la satisfacción de resolver al puzle domina todo lo demás (incluso cuando algunas piezas quedan sin encajar). Otros autores de fantástico quieren dejar su mundo atado, explicado; Mariana usa su realidad alternativa como instrumento: no es necesario explicarlo todo y todo es inmenso, repleto de posibilidades.
Y tampoco es que sea fácil explicar el mundo de las pesadillas, ¿verdad?
(…) le tomó la cara entre las manos, se agachó para mirarlo a los ojos y le acarició el pelo, la caja estaba en el suelo, entre los dos, y le dijo tenés algo mío, te dejé algo mío, ojalá no sea maldito, no sé si puedo dejarte algo que no esté sucio, que no sea oscuro, nuestra parte de noche.
Si aún no habéis leído a Mariana y no sabéis si este libro os gustará, recomiendo comenzar por alguno de sus libros de relatos (mi favorito es Los peligros de fumar en la cama). ¿Os atrae ese ambiente lento y asfixiante, esa mezcla de lo erótico, lo descarnado y lo cruel? Nuestra parte de noche es todo eso y más: es una de esas sagas familiares opresivas que se colará bajo tu piel (de gallina, por supuesto) y se quedará contigo para siempre.
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Créditos: Imagen de cachorritos adorables por Jametlene Reskp en Unsplash.
leí en un artículo que Mariana tiene mucha influencia de Stephen King, es algo perceptible en la novela?? Qué ganas de leerlo jo.
Ahí no sé qué decirte. Se puede notar la influencia de King en la manera de ambientar, supongo, y en la manera de ir construyendo personajes poco a poco. No es King el primero que se me viene a la cabeza, pero imagino que estará ahí. Hoy en día, creo que casi cualquier cosa escrita dentro del género del terror tiene cierto peso de King, lo queramos o no. Es todo un fenómeno cultural 🙂
Hola Gabriella. Acabo de leer «Nuestra parte de noche» y me encantó. Pero hay un cabo que no logré atar. ¿ Quiénes son los padres de Betty? Sabemos que es la prima de Rosario, pero si comprendí bien, Mercedes (la madre de Rosario) tenía un solo hermano, Jorge, que no tuvo hijos. Sin embargo, Betty es una Bradford. ¿Será una prima segunda (o sea hija de un primo de Santiago Bradford? ¿O me perdí algo?
Uf, ya ni me acuerdo, Jur, lo leí hace un tiempo ya, ¡lo siento!
Uy! Me quedó la misma duda.. de hecho releí el libro buscando una explicación, porque para mí es un cabo suelto..
Otra vez yo… , repasando una vez más, veo que Betty era nieta de Santiago… (Escribe Rosario: «Mi abuelo, Santiago Bradford, nos sentó, a mí y a mi prima Betty, sus dos nietas….»). O sea que Rosario y Betty son primas primeras (https://support.ancestry.mx/s/article/Understanding-Kinship-Terms). Pero «está claro que (Jorge) no podía reproducirse.» O sea que es un misterio cómo Betty es nieta de Santiago… no por Mercedes (porque en ese caso Betty seria la hermana de Rosario, no la prima), ni por Jorge; ¿por quién, pues? A menos que Santiago se haya vuelto a casar después de la muerte de Amanda, y haya tenido un hijo que tuvo a Betty. Pero creo que el libro no dice nada al respecto. ¿Usted tiene idea? ¿O se refería a esto cuando escribió que algunas piezas quedan sin encajar? ¡Gracias desde ya!
Yo también me quedé pensando en esta cuestión de las primas cuando llegué a esa parte de la novela. Es posible que sea una pieza que no encaja, un cabo suelto. Podría ser una parte de la historia que la autora decidió ocultar con algún fin que solo ella conoce. O la Oscuridad se llevó esa parte.
Una explicación que se me ocurre se debe a mi trato con algunos familiares. Todos tenemos claro cual es el grado de parentesco entre los primos hermanos (primos primeros), son los hijos de los hermanos. También existen los primos segundos. En este caso son los hijos de los primos hermanos. En mi familia, los primos segundos nos tratamos de primos y en la novela la que habla de Betty como prima es Rosario, lo que podría encajar. Para esto habría que seguir atrás en el árbol genealógico de la novela y encontrarle un hermano a Santiago Bradford. Creo. Yo ya no volví atrás. Otra manera de atacar este asunto pordría ser quedarnos con la duda.