Dicen que la gente en realidad no recuerda las palabras que les dices, sino lo que les haces sentir.
No sé si eso es cierto, pero con los libros parece funcionar. A lo mejor no recordamos los nombres de los personajes de una novela, a lo mejor incluso olvidamos su trama, pero enseguida recordamos si nos hizo reír, si nos hizo llorar o si nos dejó indiferentes. Tal vez nos produjo angustia, esperanza… incluso excitación.
Pero una emoción de la que también hablamos al recordar un libro es el «quénarices». Como en: «¿Qué narices acabo de leer?»[1].
Libros que dejan secuelas
Algunos libros se enquistan en nuestro cerebro y no quieren marcharse cuando los terminamos. Tras leerlos, pasas días —o incluso semanas— rumiando, intentando decidir cómo poner en palabras lo que el libro te ha hecho sentir, intentando entender bien todos los resquicios de la trama o incluso intentando decidir si te ha gustado o no.
En este artículo hablo de cuatro libros que han tenido ese efecto en mí. Ha habido muchos más, pero entonces la lista sería larguísima y yo nunca terminaría este artículo y en vez de escribir más novelas dedicaría mi vida solo a este artículo eterno y no tendría ingreso alguno y tendría que seguir escribiendo este artículo bajo un puente, masticando sardinas caducadas de una lata herrumbrosa.
1. La pasión de la nueva Eva, de Angela Carter
No sé muy bien qué leí con ese libro. Hablar de feminismo, de teoría queer y de transfobia con esta ¿novela? es un camino plagado de espinas. A Carter se la suele meter con este libro en la llamada segunda ola del feminismo y durante años fue halagada por su relación con la teoría queer al presentar cuestiones sobre fluidez de género, transformación de cuerpos, etc. No obstante, en tiempos más recientes, ha resultado problemática su asociación de la reasignación de género con la violencia (el protagonista masculino, Evelyn, es «transformado» en mujer, Eve, contra su voluntad).
Siempre es peligroso intentar justificar a una obra por aquello de «eran otros tiempos» (1977) y Carter mete la pata, eso seguro, pero a la vez muestra un mundo donde sus protagonistas se atreven a saltarse nociones clásicas sobre lo que significa ser hombre, ser mujer, vivir en una sociedad capitalista, enamorarse. Si digo que es un libro transgresor para su época, me quedo corta. Por eso, a mí personalmente me parece un libro importante.
Por eso y porque la obra es una flipada.
Otro caramelo psicodélico de los setenta
Básicamente el libro es un viaje pasado de vueltas en el que Carter hace un John Varley, decide que el pene se ha quedado obsoleto y reasigna géneros con su pluma barroca y lisérgica (y aquí uso géneros con el sentido tanto de masculino-femenino-neutro como en el sentido de género literario: Carter mezcla cifi con fantasía con realismo mágico con distopía y con lo que le sale de la piruleta). Hay símbolos, símbolos por todos lados. No esperéis una trama al uso; no esperéis un final racional y evidente.
Sea lo que sea, se habla poco por estos lares de este libro. Parece que está descatalogado en nuestro idioma (yo lo leí en inglés) y eso me parece un despropósito. La reacción de sus lectores suele estar entre: «¿Qué es esta cosa absurda que acabo de leer y me ha encantado?» y lo que dice esta usuaria de Goodreads:
Y ahora, si me disculpáis, tengo que ir a tirar este libro a la basura (no quiero que nadie lo herede) y enjuagarme los ojos con lejía.
2. Mi idea de la diversión, de Will Self
¿Os habéis recuperado ya de la horrorosidad de esa cubierta? Hablemos del libro.
Perdonad que me cite a mí misma, de un artículo de hace un par de años:
El protagonista se está formando como brujo. O algo así. Hay páginas y páginas de ¿fantasías? alucinatorias que a lo mejor te puedes saltar, pero todo el concepto de la obra y la prosa aturullada de Self se unen en una explosión extraordinaria de originalidad y fuerza. Esto es Harry Potter para sociópatas. Hay una escena que tuve que leer corriendo y con los ojos entrecerrados, como cuando te encuentras con algo muy asqueroso en una película de terror. Y considero que, en lo que a literatura se refiere, mi estómago es más bien durillo.
Yo no sé cómo estará traducido este libro (¿es posible siquiera traducir a Will Self?), pero solo por la prosa del autor merece la pena leer aunque sea unas hojas de este amasijo diabólico. Si escenas sexuales con mendigos decapitados no son para ti… no sé, igual no lo leas. Y puedes saltarte las partes irritantes: páginas y páginas de rollos alucinógenos producidos por a) drogas consumidas por los personajes, b) la imaginación exacerbada y enfermiza del autor.
Pero eso no quita que haya más ideas interesantes por párrafo en este libro que en muchos libros completos. Y si buscáis otra comedura de tarro con elementos fantásticos y grotescos, su Cómo viven los muertos es, también, original hasta decir basta. Por desgracia, sí, de nuevo: ambos están descatalogados, aunque puede encontrarse alguno rulando por ahí a un precio algo elevado.
3. Matadero cinco, de Kurt Vonnegut
Incluyo Matadero cinco no tanto por la resaca que me dejó el libro en sí (que también), sino por ser el comienzo de un hilo que lleva en mi cabeza ya bastante tiempo: el lenguaje en relación con el tiempo y nuestra percepción. Si bien este tema me interesaba desde que estudié lingüística en la universidad, no se me había ocurrido su uso en el entorno fantástico hasta leer este libro de Vonnegut.
De Matadero cinco la gente se suele quedar con el mensaje antibelicista (sin duda crucial), pero la gran fascinación para mí eran los trafamaldorianos, y como su modo de ver el tiempo y comunicarse influía en su percepción de la existencia (y la manera en que esto se «contagia» al narrador).
Tiempo y lenguaje y otras obsesiones en las que me pierdo
Este no es un concepto tan alienígena como podríamos suponer: es muy interesante la historia del misionero que visitó a una tribu con una lengua extraordinaria y que básicamente lo volvió ateo (aparte de crear todo un debate lingüístico por lo especial de su lengua y cómo influía en su percepción del tiempo, la vida y la muerte). El propio Vonnegut utilizó el recurso de la tribu «no contaminada» en Cuna de gato, y dicho recurso ha sido usado con interesantes resultados en la relación lengua-percepción —poniendo algunos ejemplos que me encantan— por Ian Watson en Incrustados y por nuestro José Antonio Cotrina en Lilith, el juicio de la Gorgona y La Sonrisa de Salgari.
Por supuesto, el uso más glorioso fue el imaginado para extraterrestres por Ted Chiang en La historia de tu vida, que para mí siempre irá vinculado a Matadero cinco. Vonnegut, como todos los grandes maestros, brilla en un campo enredado de ideas inspiradoras.
Ya que hemos mencionado a Cotrina…
4. La deriva, de José Antonio Cotrina
¿Es trampa hablar de un libro de uno de los componentes de esta nuestra plataforma Extraña y Maravillosa? No, no, para nada, porque es otra de esas obras que me dejó con el culo inquieto. Ya sabéis que antes que pareja, coautora, y cotutora de una cabra, soy groupie.
La deriva es una de las obras de Cotrina que más dividen a sus lectores. Probablemente porque es otra de esas obras de juvenil que, al final, poco tiene de juvenil (por lo menos en el sentido en que el público general suele concebir el juvenil). No lo digo tanto por la violencia que aparece en otras de sus obras juveniles (cómo olvidar La canción secreta del mundo), sino porque trata algo impepinable: la muerte y la pérdida.
Cómo explicar a niños y adolescentes aquello de lo que nunca les hablamos
La prosa es madura, detallada y melancólica. El autor se toma su tiempo para meternos de lleno en una sociedad diferente, fantasmal: una sociedad que no tiene futuro ni esperanza. La llegada de la posibilidad de que quede algo vivo, una nueva sociedad a la que alentar, es, en apariencia, lo que lanza la trama hacia delante. Pero no sé si decir que nada es lo que parece porque… bueno, nada es lo que parece. Este libro puede leerse como una historia interesante y bien escrita, sin más. También puede leerse como una reflexión no siempre agradable sobre la desaparición de aquello que amamos y las posibilidades (a menudo terribles) del poder.
No solo eso: José Antonio dice a veces que sus historias están muy influidas por todos los cómics de superhéroes que ha leído a lo largo de su vida, y aquí estoy más de acuerdo que nunca, aunque pienso más en Watchmen que en, por ejemplo, el Capitan América, por motivos que entenderéis tras terminar el libro. Pocos finales me ha parecido que daban un vuelco tan completo a la historia: y sin embargo no es un final sorprendente, ni un gran giro de trama inesperado. La historia termina como tiene que terminar y eso se lleva un cachito de tu alma lectora, y lo hace pedazos muy pequeños y polvorientos.
Menciones honoríficas
Otros títulos que recomiendo para terminar rumiando: Kentukis, de Samantha Schweblin, cualquier cosa de Daniel Pérez Navarro y de Ted Chiang, Dientes rojos, de Jesús Cañadas, Arañas de Marte de Guillem López. En redes sociales también me han propuesto la serie Dark Eden de Chris Beckett (por desgracia aún no traducida a nuestro idioma), El problema de los tres cuerpos de Cixin Liu y el Ciclo de fuego de Hal Clement.
¿Sumamos algún título más? ¿Qué libros apuntaríais vosotros a la lista? ¿Qué obras os dejaron con la mente inquieta? ¿Cuáles NO os ayudan a dormir por las noches, mientras les dais vueltas y suspiráis con terribilitá intelectual?
Quedamos, como siempre, a la espera de vuestra sapiencia.
[1] Evidentemente no digo «qué narices», sino «qué co*o», «qué coj***s» o «what-the-f**k«, pero luego me decís en los comentarios (y en emails privados muy, muy largos) que uso demasiadas palabrotas.
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Créditos:
- Imagen de cabecera, foto de Alonso Reyes en Unsplash (aquí recortada).
- Todas las cubiertas pertenecen a sus autores y editoriales, y se usan aquí con el fin de promocionar y publicitar dichas obras.
Pues «Guía del Club de Lectura para matar vampiros» tiene algún pasaje de esos de los que comentas, de leer rápido y con la luz bien encendida porque asco y miedo y cosica y escalofríos.
En cuanto a libros que me hayan dejado pensando Qué Coño Acabo de Leer, podría mentar varios de Gibson (Neuramente y demás), pero Lem también tiene alguno que caería en esta categoría (Fiasco, más serio, o Congreso de Futurología, que parece que es humor PERO).
Y hasta aquí mi aportación
¡Muchas gracias, Doro! Tengo muy pendiente leer ese libro de Grady Hendrix.
Hola! Tengo dos que aportar.
«Afinidad», de Elliott Perlman, que no tiene nada que ver con la literatura fantástica, pero me dejó sencillamente con los ojos redondos y un WTF, no porque sorprenda, en realidad, sino porque aún me estoy preguntando qué quería contar el autor exactamente. Creo que lo odio, pero tampoco estoy demasiado segura. Eso sí, lo done a toda velocidad, porque no soportaba ver su lomo en mi estantería.
El segundo sí es de ciencia ficción. «Las estrellas son legión «. Me encanta, adoro «La brigada de la luz», también de Hurley. Pero con «Las estrellas son legión » sencillamente no sé a qué atenerme, no acabo de ser capaz de comprender sus planetas vivos y «corpóreos «.
Un saludo.